jueves, 25 de noviembre de 2010

Polémica sobre la PFI

Quizá muchos de vosotros todavía no conozcáis la PFI. Estas son las siglas de Pagan Federation International, a cuya sección española podéis acceder con el enlace que encontraréis en la sección "Páginas amigas".

PFI España está registrada como asociación cultural (NO como asociación religiosa) y como tal actúa. Realiza, fundamentalmente, tareas de visibilización, información y defensa del paganismo en general, en todas sus vertientes.

La tarea que realizan es positiva y necesaria, pues ahora que el paganismo está retornando con fuerza y tiene cada vez más practicantes, es necesario informar a la sociedad para desterrar viejos mitos y evitar malos entendidos. Por otra parte, es también tranquilizador que los paganos tengamos un punto de apoyo ante posibles conflictos laborales, vecinales o de cualquier otro tipo causados por nuestras creencias o nuestras prácticas.

Los objetivos de esta asociación, tal como aparece en su web, son:
* Promover el contacto entre grupos paganos y entre seguidores e investigadores de las Culturas Nativas Europeas.
* Promover el contacto y el dialogo entre distintas ramas del Paganismo y otras organizaciones Paganas alrededor del mundo.
* Proporcionar información practica, efectiva y correcta a miembros de la sociedad en general, medios de comunicación, autoridades y la Administración.

Esta asociación no pretende ser el adalid del paganismo y, evidentemente, no puede representar a todos los individuos que lo integran, en su enorme diversidad. Sin embargo, el perfectamente lícito que cuando se le solicita información desde distintos medios de comunicación o instituciones políticas, PFI responda y hable sobre el paganismo, como asociación cultural que defiende estas creencias.

Recientemente parece haber surgido en Internet una polémica sobre la capacidad de representación que PFI tiene respecto a los paganos. Evidentemente, PFI representará a sus miembros asociados y no a todos los paganos, pero sigue siendo una "fuerza viva" dentro del paganismo y tiene todo el derecho (y el deber) de hacerse visible como tal.

Permítaseme una analogía baturra. Un asociación cultural de folclore aragonés no representa a todos los joteros de Aragón, ¿verdad? Y, sin embargo, a nadie se le ocurriría cuestionar su capacidad o autoridad para hablar sobre el folclore aragonés ante los medios de comunicación o en una entrevista privada con un político, puesto que dicha asociación forma parte del movimiento que fomenta, protege y cultiva este folclore.

Nadie está obligado (ni presionado, ni siqueira invitado) a asociarse ni a simpatizar con esta organización. Así pues, quien no se sienta representado por PFI es completamente LIBRE para formar su propia asociación, o constituir un grupo y registrarlo como entidad religiosa o, simplemente, seguir su camino espiritual sin vincularse a ningún grupo de estas características.

Puesto que esto es así y que todos (individualmente, asociados a una entidad o a otra, creando nuestras propias redes o grupos) podemos hacer algo por el paganismo, ¿qué interés hay entonces en atacar a las asociaciones que van surgiendo o en polemizar con ellas? En lugar de criticar el trabajo de la gente, habría que ponerse manos a la obra para hacerlo mejor todavía.

Reseña a "Las brujas y su mundo" de Julio Caro Baroja

Quien tenga algún interés por la Historia, la etnología, las tradiciones y el folclore de nuestro país desde la Edad Media, sin duda habrá oído hablar de él o habrá leído alguna obra de Julio Caro Baroja, historiador y antropólogo.

Su libro Las brujas y su mundo, en Alianza Editorial, es un excelente repaso sobre la historia de la brujería en Europa y, especialmente, en España.

La obra tiene un indudable valor documental, pues da cuenta de los principales autores que desde la Edad Media se ocuparon del tema de la brujería, siempre desde un punto de vista religioso o jurídico. En este sentido, Caro Baroja repasa también los juicios a supuestas brujas y brujos en los que, tanto en España como en otros países europeos, se condenó a centenares de personas e penas de muerte.

Pero el auténtico acierto de Baroja está en presentar los hechos desnudos, tal cual son, sin tratar de añadirle dramatismo. De este modo muestra cómo la Inquisición española no fue, contrariamente a lo que se piensa, la institución que persiguió de forma más cruenta a brujos y hechiceros y que, incluso dentro de las filas de los "cazadores de brujas" hubo hombres razonables que, conforme avanzaron los siglos, contribuyeron a frenar la persecución.

Interesante es también la diferenciación que hace Baroja entre la brujería o hechicería, como conococimiento de medios de sanación naturales y de prácticas esotéricas "tradicionales" (o supersticiones), frente a la demoniolatría, como el trato con el demonio enemigo de la cristiandad.

No obstante, y sin poner en duda el rigor profesional del autor (más que de sobra conocido), me permitiré decir que el libro adolece de un exceso de estepticismo, el propio a cualquier hombre de ciencia. A la hora de abordar el tema de la brujería en la actualidad (entendamos, en el último medio siglo) Baroja queda muy lejos de la comprensión de este fenómeno. Pese a mostrar su conocimiento de autores como Margarett Murray (a la cual cuestiona, y con sin razón) o Gardner (al que apenas dedica una línea, aunque posiblemente no merezca mucho más), Baroja parece no haber tenido un trato directo con los actuales practicantes de la brujería, practicantes serios y que dotan de una base teórica, ética y filosófica a sus creencias.

En este aspecto, el planteamiento de Baroja respecto a los actuales brujos los (nos) convierte en supersticiosos, seres "frustrados" por culpa de la sociedad, que buscan en la magia un refugio. Pero estas suposiciones del autor se dan sin conocer verdaderamente a los practicantes de este culto, sin haberse esforzado por contactar con ellos y por conocer de primera mano cuál es su idea de la magia o la brujería, qué principios sustentan sus prácticas y por qué se han visto atraídos hacia ellas.

Evidentemente, tal como afirma Bajora, hacer descender la wicca o cualquier otra forma de brujería moderna directamente de los cultos mágico-religiosos prehistóricos es un absurdo. Sin embargo, el neopaganismo en general y cada rama de la brujería moderna en particular no merecen ser menospreciados como religiones simplemente por su corto desarrollo histórico.

La documentación es importantísima y en eso no se le puede reprochar nada a Baroja, pero cuando se abordan temas antropológicos que conciernen al presente, el trabajo de campo es un factor fundamental sin el cual toda obra queda incompleta y presenta un punto de vista sesgado.